“CAPAZ DE ACOGER TODAS LAS FORMAS MI CORAZÓN SE HA TORNADO”.
Reflejos del sufismo en el Arte Contemporáneo en España. Ana Crespo. Octubre del 2017.
Hashim Cabrera
En Hashim Cabrera disfrutamos de las descripciones de los colores del alma en sus ensayos (Cabrera, 2008) que devienen poéticos por la sutileza de sus palabras, como saboreamos la plasticidad de la cualidad de sus cromatismos visuales.
Un artista con una extensa y comprometida trayectoria vital y artística ligada tanto al sufismo como al Islam. La profundidad expresiva de su trabajo plástico se nutre además de una dilatada investigación teórica que ofrece claves para comprender la abstracción occidental desde las huellas del arte islámico (Cabrera, 2008). Unos textos plenos de rigor y poesía.
Como creador plástico Cabrera encuentra en el lenguaje abstracto y en el expresionismo abstracto, las analogías para expresar la dimensión sutil e inmensa del mundo del alma. Un estilo que él define, en función de esa objetividad interna, de esa expresión de la verdadera Realidad, como un naturalismo abstracto.
El trabajo de Cabrera se inspira en una revisión del simbolismo del color y la mística islámica, las cualidades internas de los colores y sus efectos en el viaje y el desarrollo espiritual. Ejemplo de ello es su exposición “Los colores del alma”[1], un recorrido cromático a través de una geografía interna.
Secuencia del verde
Encontramos en su obra reminiscencias de Rothko, Motherwell o la teoría del arte de Kandinsky, junto a los colores internos de Goethe. Una obra expresiva en la que la vibración poderosa del color contrasta con la sobriedad de la forma para aludir a esa dimensión sagrada de la existencia. Los dorados y blancos del mundo del Yabarūt se presentan sencillos y a la par sublimes. Los rojos con los verdes, que el sufismo, relaciona con la visión del corazón (Kubra, 2001), o el poderoso negro luminoso llenando la extensión del cielo junto a una tierra blanca, son propuestas cromáticas impactantes para expresar una dimensión transcendente y teofánica. Son obras con una expresión cromática intensa, pero a la vez plena de sencillez y rigor estructural, son como una oración entregada. “Lo que a mí realmente me interesa es una experiencia ampliada del color, como fenómeno holístico, como teofanía» (Cabrera, 2008).
Su trabajo, por otra parte, reivindica la textura y la presencia del material, la corporeidad física de la materia unida a la espiritual de la Luz. La obra que presenta en Jayal reúne la dimensión ancestral del color negro con la dimensión Verde Muhammadí. Defiende también la estructura formal, al igual que pone en valor la disciplina del trabajo espiritual, como base para ascender en los diferentes estados espirituales (maqam). Este itinerario es protagonista en la obra que muestra en Jayal. Una obra vertical, ascendente que se orienta, sobria, hacia el verde. Verde, color sagrado del Islam, verde luminoso, que aguarda al viajero tras abandonar el pozo de la existencia (Kubra, 2001, p.137).
El verde, según Cabrera, tiene una existencia fronteriza y enigmática, una cualidad restauradora y reconductora, «casi te diría que me lleva a la idea de resurrección” (Cabrera, 2008).